miércoles, 30 de septiembre de 2009

Que hoy que muero

Espérame en el dolor,
el umbral de la noche;

espérame sin llamar,
con el grito que te antecede.

Cubre, esperanza, nuestros corazones innobles.
Gélido,
el gemido de los vientos,
oh!,
escucha su lamento,
ni el humo, ni el tabaco,
ni las pérfidas risas,
ni las lenguas, ni las velas,
ni los rizos, ni las olas,
ni la luna, ni tus ojos...
...todo se lo lleva el viento...
tal cual viene... tal cual va...

Espérame en lo obscuro,
allá en el espacio, donde todo está borrado,
allá en la penumbra, en que la vela esconde.

Espérame en el barro,
que es moldeable,
que recubre tus huesos,
que te ha quitado el Eco: tu esencia.
Espérame en el barro,
que adormece la herida:
el estéril desierto en que habitas en alma.
Espérame en el barro,
en el erial, el yermo,
en la espina y la rosa con que te tomé hace tiempo.

Espérame en el llanto,
que la lluvia espera.
Espérame en el llanto, que el dolor vuela y vas en su ala.

La libélula llega sin sus alas completas,
desprendiéndose en polvo, en el polvo que resta, que de sus alas marchitas, cae y se mezcla...
La tierra, la Tierra, el sol y el espasmo.
La libélula vuela, la crisálida abre como si fuese una flor.

Espérame en el dolor,
en el espacio profundo,
en el vacío temible que horadaste en mi ser.

Espérame sin llamar...

Espérame en el dolor,
que hoy que muero... te sabré esperar...

Hernán Sicilia - N (19)