Marchitas hojas
que al aire se asen,
vagando danzan,
se pierden, mueren.
Se torna polvo
que fluye líquido,
cual éter vivo,
pasando presto.
El árbol llora
resina de ámbar,
por drama infausto:
infame pérdida.
Y así el follaje
sin vida y seco,
cenizas hecho:
se fue por siempre.
Caduco el árbol
sintió el amargo
pasar los años:
lloró mil lágrimas
su seco tronco...
Hernán Sicilia (17)
LABORATORIO DE ESCRITURA EXPANDIDA
Hace 10 años
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