martes, 9 de diciembre de 2008

Modus: Cabaret






Es necesario desaprender las viejas escuelas, las cátedras añejas de los
salones de clase atiborrados de espectadores aburridos y profesores idiotas.

Se necesitaría de blasfemias profundas que exacerben la conciencia tolerante de las
masas. Es menester que Hugo Chávez grite a voz plena en una plaza pública
“váyanse cien veces al carajo, yanquis de mierda” para que contengamos el
bostezo y se perturbe la costumbre. Arrastramos la sombra del modernismo,
la imagen “populachera” y colectiva de la ciencia, el prestigio de la
civilización. Protegida nuestra razón con la bandera de la tolerancia y el
relativismo moral admitimos - desde que alguien escupa en la banqueta por la que
vamos pasando, hasta que la población minoritaria tome las decisiones de la
mayoría indiferente. La política se ha pintado la boca con un
rojo extravagante y ha salido a las calles a cogerse con cualquiera.
Tan aguerridos como cuando estamos borrachos, alzamos la insignia del cambio,
con frases que de ser menos amargadas serían lo mismo que una mentada de madre.
Sin embargo, hasta en los burdeles hay timidos que se callan y beben en
silencio, no vaya a ser que el sonido de una queja espante las moscas de lo
usual. Es necesario seguir escuchando la misma vieja canción, esa que sin
querer nos rompe el corazón para que la sensualidad cansada no
despierte nuestro cuerpo en ruinas, las cenizas de nuestros placeres.
Seguire ensoñando mientras King Crimson siga sonando y mi botella de tinto
no se acabe... cheers!

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